Grises olivos de hojas
olvidadas en viento de invierno gris.
Manos expertas y aprendices,
mezcladas en el mismo paño,que miden pulgadas de helados terrones.
masculinas marcan al alba,
componen sinfonías incompletas
de Schuberts repletos de cultura popular.
Y el tinte de las aceitunas
enluta uñas sin manicura
y dibuja arrugas perpetuas en las manos,
como láminas de psiquiatra sin diván.
El viento dibuja en el olivar
pinceladas albas, y verdes, y albas.
Su capricho dispone el color,
aquí y allá, sin más orden que el suyo.
Viento que suelta los cabellos,
que con el frío corta,
mientras,
con el monótono ritmo
de las varas en las ramas,
pasa un año más para el olivo,
y uno … menos.
Bones tardes Quim !
ResponderEliminarA llegir el teu poema, hi ha una part que hem desperta la sensació del treball dur, de la marca de la vida, del respecte a les persones per l'esforç de portar la vida endavant.
" Y el tinte de las aceitunas
enluta uñas sin manicura
y dibuja arrugas en las manos
como làminas de psiquiatra sin divàn.
Hem desperta respecta molt respecte.Gracies Quim. Abraçades grans.
y
Sí, Concha, és un poema reivindicatiu que honora el treball dur. Deia Miguel Hernández: "Aceituneros de Jaén, aceituneros altivos, decidme del alma de quién, de quién son esos olivos". Els jornalers de treball dur, de mans gastades i esquena adolorida sempre han demanat "La tierra para quien la trabaja". Hi ha qui va a cavall perquè d'altres fan el burro. Hem de exigir, i nno demanar. Ja veus, avui molt reivindicatiu.
ResponderEliminarUna abraçada.