
pero la ilusión no tiene ninguno;
tampoco la esperanza,
ni la sonrisa,
ni unos ojos que lloran
por la distancia.
Mi lengua no es la suya,
pero, ¿qué lenguaje habla el aliento?
¿Y los sueños?
Nos igualan las ganas de vivir,
las ansias
por seguir el ritmo

ya nos bajarán de su carro informe
los que pronto vendrán
con nuevas convicciones,
con ideas por estrenar
tan alejadas de su historia
como de la mía.
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