por solitarias carreteras extrañas
y ásperos países,
recorro media Europa.
Salvando milenarias costumbres,
kilómetro a kilómetro,
voy reduciendo el espacio
que me separa de mis raíces.
Mis ojos se cruzan con miles de ojos
que me observan tras los cristales,
como ser observa un pez en su pecera:
no dejo de ser un raro representante
de terceras economías
que se han colado por la puerta de atrás
en los acomodados reinos.
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