
y sintiendo su goteo impenitente
sobre mi mente,
dejo recorrer al tiempo
un camino del que me siento incapaz.
Las miradas amables de antaño
tras los cristales de ventanas transparentes,
se convierten en reflejos
impenetrables
de culturas diferentes.
No hay rostros familiares,
solo veo indiferencia a la distancia
y esfuerzo inútil por salvarla.
Creen los brillos que no tengo pasado,
creen, quizás, que aquí empecé a caminar,
que todo comienzo está en ellos
y que para vivir solamente hay un modo:
bajar la mirada
al paso de sus ojos azules
y recorrer su mundo
sin mover ni un trazo de su dibujo.
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