
y ver siempre las mismas estrellas,
no perseguirlas, marcando en ellas
recuerdos desde mi suelo.
Oler en noche cerrada
mis perfumes familiares:
albahaca, hierbabuena,
romero y jazmines;
no estar cerca de los orines
de desconocidos por servir.
Sabores de hábito
desde la cuna en los labios:
uvas y pasas,
dátiles y miel;
ante gustos desconocidos,
prefabricados, empaquetados,
congelados o podridos.

arrullaba mis sueños
mientras el muecín marcaba mis horas
con voz vibrante
desde un minarete de papel.
El ruido húmedo inunda ahora
al tiempo que vahos sucios
marcan en mis ojeras
las líneas del tráfico de ciudad.

ni personal ni en el ambiente,
solo oscuridad en el trato,
sonrisa prestada
y condiciones para un sin vivir.
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