Huyendo de uniformes,
de leyes
y derechos,
escondo mi tristeza...
en un caminar eterno.
El rumbo me lo marca
la inercia del camino;
el ritmo,
las lágrimas saladas
de ilusiones tronchadas de golpe
por un fogonazo de realidad.
¿Dónde están ahora las playas ricas
y amables?
¿Dónde las ilusiones y los sueños
que me vendieron, vía satélite,
por televisión?
Solo encuentro la nada
de la primera luz del alba,
el miedo de las siguientes
y la rabia de todas
las que tienen que venir.
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