El pasado miércoles asistí, desde mi sillón, a la sesión parlamentaria del Debate de la Nación. Tenía ganas de saber cómo afrontaba nuestro presidente Zapatero el diluvio de críticas a su gestión, tanto económica como autonómica, por parte del resto de grupos parlamentarios.

Como ciudadano de a pie, de los que pagan sus impuestos (que sirven entre otras cosas para pagar a esos parlamentarios) me siento, no ya molesto, sino indignado del nefasto ejemplo que se da al país del concepto básico de RESPETO.
No puedo cerrar este comentario sin llamar la atención de cómo el jefe de la oposición solo participa en su turno de palabra para abandonar después el hemiciclo.
¿Cómo va a conocer nuestro país si le importa un pimiento lo que digan, opinen o reclamen el resto de grupos parlamentarios (por más pequeños que sean)?
¿No piensa que, en definitiva, todos aquellos parlamentarios a los que no presta atención ni respeto, son los representantes legítimos de un número importante de ciudadanos de a pie?
¿Por qué no se les exige la participación y asistencia obligada a unos de los debates mas importantes del año parlamentario?
¿Qué le pasa a un trabajador cuando no se presenta a su lugar de trabajo?
¿Cómo quieren que sigamos creyendo en la clase política?
No hay comentarios:
Publicar un comentario